GENESIS DE LOS BICENTENARIOS DE AMÉRICA DEL SUR
A diferencia de los alzamientos producidos en los cincuenta años previos, la rebelión liderada por Túpac Amaru II planteó un programa de independencia del dominio político español y de ruptura del régimen de opresión de las masas campesinas e indígenas, sobre el que se asentaba el conjunto del sistema colonial. Lejos de limitarse a un movimiento exclusivamente campesino e indígena, buscó una y otra vez hacer confluir su lucha con los criollos y obligó a todas las clases sociales a tomar posición y poner a prueba sus horizontes sociales e históricos.José Gabriel Tupac Amaru II
José Gabriel Tupaz Amaru II y su visión continental
Hacia 1780, el sistema colonial español se asentaba en la brutal explotación de la masa indígena.
Los indígenas de 18 a 50 años estaban obligados a pagar un tributo a la Corona, y debían cumplir con la mita, régimen de trabajo obligatorio en obras de “utilidad pública”, en particular en las minas de Potosí. Las minas y los obrajes, especie de primitivas fábricas textiles, fueron el centro del odio indígena por la feroz explotación de su mano de obra.
En el siglo XVII va a ser introducido el régimen de “repartimiento de efectos”, un intento de imponer por la fuerza la integración de indígenas y mestizos a la economía de mercado y conseguir una mano de obra segura. Para imponerlo se reforzó el papel de los corregidores, cabeza del poder colonial en las provincias. El funcionario imponía a los indios (y a los mestizos) la compra arbitraria y obligatoria de mercancías cuyo uso con frecuencia desconocían, disponía de la fuerza pública para la recaudación de las deudas y era, a la vez, el juez que decidía los pleitos de los nativos con el poder.
En el siglo XVII va a ser introducido el régimen de “repartimiento de efectos”, un intento de imponer por la fuerza la integración de indígenas y mestizos a la economía de mercado y conseguir una mano de obra segura. Para imponerlo se reforzó el papel de los corregidores, cabeza del poder colonial en las provincias. El funcionario imponía a los indios (y a los mestizos) la compra arbitraria y obligatoria de mercancías cuyo uso con frecuencia desconocían, disponía de la fuerza pública para la recaudación de las deudas y era, a la vez, el juez que decidía los pleitos de los nativos con el poder.
Con el reparto forzoso de mercancías se quebraba el régimen de auto subsistencia de los productores, quienes tenían que aceptar los productos que les vendían y entregar fuerza de trabajo para poder pagar las mercancías que se les habían repartido. “El volumen de repartimientos se triplicó entre los años 1754 y 1780, pasando de 1.224.198 pesos a 3.672.324 pesos”
Esta inmensa confiscación valorizó como nunca el papel de los corregidores. El valor de estos cargos, que se compraban desde antes de los “repartimientos”, se multiplicó por cuatro entre principios y fines del siglo XVIII. Los grandes comerciantes de Lima, que eran proveedores de las mercancías que se les imponían a los indios, prestaban a los corregidores los fondos necesarios para comprar sus cargos y financiaban sus adquisiciones.
Los españoles impusieron la localización forzada de las comunidades indígenas en pueblos que llamaron “reducciones”. El objetivo era facilitar la explotación y la regimentación social y, a la vez, apropiarse de las dilatadas tierras indios que habían escapado al despojo inicial.
Todo el edificio del régimen colonial se asentó en esta explotación, y todas las clases y sectores sociales –hacendados, comerciantes, curas– disputaban el excedente producido por la gran masa indígena.
Todo el edificio del régimen colonial se asentó en esta explotación, y todas las clases y sectores sociales –hacendados, comerciantes, curas– disputaban el excedente producido por la gran masa indígena.
Para mantener el sometimiento de esa masa de explotados, los españoles adoptaron la antigua organización incaica en su escalón inferior, preservando el ayllu – una comunidad de familias, de veinte a cuarenta– y su gobierno, a cargo de un cacique (o curaca) que aceptara convertirse en auxiliar de la autoridad hispana, colaborador en el cobro de los tributos y en los “repartos”. Por esta razón, los caciques estaban eximidos del tributo y de la mita, recibían instrucción y se les reconocía el derecho de petición en nombre de su comunidad. Por esa razón, a la vez, existía una diferenciación social entre el indígena y el cacique sólo atenuada por el hecho de que éste, fuera de la comunidad, era un escalón inferior de la sociedad colonial.
Los españoles europeos mantuvieron férreamente el control de este régimen social y político hasta mediados del siglo XVIII, momento en el que comenzaron a sufrir la oposición de los grandes propietarios criollos que habían logrado conquistar posiciones económicas a partir de su papel en la exportación, pero sólo habían logrado acceder a limitados ámbitos de representación, básicamente en los cabildos.
Entre la gran masa indígena y la minoría de grandes propietarios (españoles o criollos) existía una masa de artesanos, pequeños comerciantes y arrieros, en gran parte mestizos, que constituían la masa plebeya de las ciudades de entonces (el mestizo, mezcla de indio y blanco, tenía vedado el acceso a la enseñanza, a los empleos públicos, al sacerdocio y al uso de armas).
El alzamiento acaudillado por Túpac Amaru sumó fuerzas de estos sectores y de las capas indígenas que se encontraban en la periferia de las grandes ciudades – Lima, Potosí– , una vez cumplidas sus obligaciones de trabajo forzado o huyendo de ellas: los llamados indios “forasteros”, expresión del desmoronamiento del régimen de opresión organizado por el imperio español
La población de América Latina hacia fines del siglo XVIII ascendía, según estimaciones de la Corona, a 16 millones de habitantes. De ese total, un cuarenta por ciento se asentaba en una zona que iba desde el norte de Argentina hasta el sur de Venezuela, exceptuando Brasil. En esos territorios se asentó el imperio incaico y allí, no por casualidad, se produjo la rebelión de millones de indígenas y campesinos en 1780.
El alzamiento indígena y campesino tuvo una larga preparación. Hubo una sucesión creciente de alzamientos que alcanzó su punto más alto con la rebelión de Túpac (11)once de 1750 a 1759, veinte(20) entre 1760 y 1769 y sesenta y seis de 1770 a 17793. Los movimientos de rebeldía, sobre todo los últimos, estuvieron animados por un planteo de retorno al imperio incaico. Los centros de esta tendencia nacionalista inca fueron las escuelas de caciques de Lima y Cuzco y fue en esta última donde Túpac fue influido vivamente por la obra del inca Garcilazo de la Vega y su interpretación utópica y embellecida del imperio de los incas, en relación con las características feroces de explotación de castas y pueblos que significó el Incario. Este planteo “constituyó el elemento de unidad ideológica entre desiguales aliados de la rebelión: caciques y campesinos”2.
La rebelión indígena tuvo de este modo un planteo programático: el retorno al incanato, que su líder desenvolvió tenazmente. Gabriel Condorcanqui –éste era el nombre original del caudillo rebelde– adoptó el nombre de Túpac Amaru como homenaje al inca que había encabezado, en el siglo XVI, la rebelión contra los españoles en la zona de Vilcambamba. Descendiente de soberanos incas, reclamó el reconocimiento oficial de este título, a sabiendas de su peso en la masa indígena. A fines de 1777 presentó un alegato al virrey, suscripto por un conjunto de caciques, reclamando la derogación de la mita en las provincias a su cargo y en el que se detallaba minuciosamente la explotación y los vejámenes a que era sometida la masa indígena.
El alzamiento fue producto de una vasta tarea conspirativa en un terreno absolutamente fértil a la rebelión, desde el momento que las masas indígenas habían madurado a partir de una constatación inapelable: “Contra todos los reproches que – en el nombre de conceptos liberales, esto es modernos, de libertad y justicia– que se pueden hacer al imperio incaico, está el hecho histórico – positivo, material– de que aseguraba la subsistencia y el crecimiento de una población que, cuando arribaron al Perú los conquistadores, ascendía a diez millones y que, en tres siglos de dominio español, descendió a un millón… el coloniaje, impotente para organizar en el Perú al menos una economía feudal, injertó en éste elementos de economía esclavista”.
El alzamiento fue producto de una vasta tarea conspirativa en un terreno absolutamente fértil a la rebelión, desde el momento que las masas indígenas habían madurado a partir de una constatación inapelable: “Contra todos los reproches que – en el nombre de conceptos liberales, esto es modernos, de libertad y justicia– que se pueden hacer al imperio incaico, está el hecho histórico – positivo, material– de que aseguraba la subsistencia y el crecimiento de una población que, cuando arribaron al Perú los conquistadores, ascendía a diez millones y que, en tres siglos de dominio español, descendió a un millón… el coloniaje, impotente para organizar en el Perú al menos una economía feudal, injertó en éste elementos de economía esclavista”.
4 de Noviembre
La rebelión tuvo características profundamente revolucionarias. En la plaza de Tungasuca, poblado cercano al Cuzco, Túpac, junto a Micaela Bastidas, mucho más que una compañera en la vida y en la lucha, ordenó el apresamiento del odiado corregidor de la provincia (Tinta), Antonio Arriaga, le hizo escribir una carta ordenando al cajero colonial la entrega de fondos y de armas y llamó a hacer lo mismo al resto de caciques partícipes de la rebelión. Luego, ordenó su ejecución.
Una semana después, Túpac hizo abrir el siniestro obraje de Pomacanchi, ordenó que se abonara a los operarios lo que se les adeudaba y repartió los bienes restantes entre los indígenas. Lo mismo hizo en otros obrajes. En una carta a un cacique delineó en parte su programa: “Que no haya más corregidores en adelante, como también con totalidad se quiten mitas en Potosí, alcabalas, aduanas y otras muchas introducciones perniciosas”1. Entre éstas, en primer lugar los obrajes, las cárceles para indígenas y el “repartimiento”. En otros documentos se pronuncia en contra de las exacciones destinadas al clero.
En un bando dirigido a la población de Cuzco, en 1780, proclama la libertad de los esclavos: “quedarán libres de la servidumbre y esclavitud”.
El 17 de noviembre de 1780, trece días después del alzamiento, logró derrotar en Sangarará a un ejército de más de 600 españoles. A esta altura la rebelión se extendía en forma vertiginosa a todo el Alto Perú y a las regiones del norte argentino. A partir de aquí el movimiento adquiere un carácter político: Túpac se proclamó rey de Perú, Chile, Quito y Tucumán, un planteo separatista respecto de la metrópoli española, “razón por la cual no resulta extraño que los ingleses se interesaran por el destino de este movimiento”. “El separatismo de Túpac Amaru se declara casi abiertamente cuando obtiene éxitos militares. Entonces, en un edicto a ‘sus fieles vasallos de Arequipa’ fechado el 23 de diciembre de 1780, se refiere a las ‘amenazas hechas por el reino de Europa’ y les promete que ‘en breve se verán libres del todo’. Esto lo dice a los arequipeños que a comienzo del año se habían mostrado desafectos a España, en su condición de ‘Inca, descendiente del Rey Natural de este Reino del Perú, principal y único señor de él’”.
En este programa existe una ausencia: la cuestión de la tierra. Túpac no reclama la devolución de las haciendas agrícolas confiscadas a las masas indígenas durante siglos, un punto clave para solidificar la rebelión e incluso ganar a las capas desposeídas.
La vacilación del líder rebelde se explica por su política de acercamiento a los propietarios criollos. Toda su prédica está dirigida a atacar a los españoles europeos y a los funcionarios coloniales en función de ganarse a los americanos. Por eso plantea, respecto de los criollos: “Ha sido mi ánimo que no se les siga ningún perjuicio, sino que vivamos como hermanos y congregados en un cuerpo, destruyendo a los europeos”2.
Exigir la restitución de las tierras llevaba a un choque con el poderoso sector terrateniente, en gran medida de propietarios criollos. Es la frontera que la dirección de la rebelión no cruza, ni siquiera para plantear la confiscación de los europeos.
“Queda, sin embargo, en la incógnita un problema: el de las haciendas agrícolas. Este problema era muy complicado, porque la capa pudiente de los españoles americanos podía verse afectada por las medidas contra las haciendas de los europeos”.
Luego de la enorme victoria de Sangarará, Túpac no marcha hacia el Cuzco, como le proponía Micaela Bastidas (una operación militarmente posible) y prefirió regresar a Tangasuca llevándose el armamento conquistado.
Un largo camino hasta llegar al 18 de Mayo de 1781 donde ejecutan a José Gabriel y su ayllu ( familia) salvandose Juan Bautista Tupac amaru que luego despues de 40 años sera el lider ideario de las independencias de Argentina, Chile y Perú.
Este año 2013 en Tinta se realiza el 4º encuentro de sabidurias milenarias, todo expresado en idioma Quechua, la Fundación Ecos de la Patria Grande fue invitada a participar, en el marco de este encuentro se realizara un homenaje y entrega de la Medalla de la ciudad de Tinta al artista plastico tinteño de Canchis, Antonio Hillca Huallpa por haber realizado los 57 óleos de la Vida de Tupac Amaru actualmente expuestas en la Casa de Tupac Amaru actual Museo
Mosoq P´unchay Intikama
hasta un nuevo día de Sol
Lic Katia Gibaja
Fundación Ecos de la Patria Grande
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